Imagina que estás en el salón, disfrutando de un rato tranquilo con tu pequeño. De repente, él gira hacia la tele y dice «Hola Google» con su adorable balbuceo. Esa escena, tan cotidiana como sorprendente, me hizo reflexionar sobre cómo ha cambiado nuestra relación con la tecnología. Mientras que hace tres décadas mi primera palabra fue «libro», ahora estamos viendo cómo nuestros hijos se comunican con dispositivos inteligentes desde tan pequeños.
El papel invisible de la IA
A veces, me siento abrumada por lo rápido que avanza todo. Intento criar a mi hijo sin pantallas hasta que empiece el colegio, pero ¿quién puede resistirse a la tentación de preguntarle algo a Google cuando estás en medio del caos diario? Con mi televisor Sony Bravia y mi barra de sonido Bose integrados en Google, me he encontrado hablando al aire más veces de las que puedo contar. Y cuando veo a mi hijo mirarme al pronunciar «Hola Google», es como si realmente estuviera conversando con un miembro más de la familia.
¿Es una buena o mala influencia?
No voy a mentir; aunque estos asistentes digitales nos salvan en momentos complicados (como calmar un llanto o poner música para bailar), me preocupa lo que esto significa para esos momentos especiales entre madre e hijo. ¿Aprenderá a confiar más en una máquina que en mí? A medida que estas voces artificiales se humanizan y parecen cada vez más amistosas, es fundamental enseñarles a distinguir entre una conversación real y una interacción superficial.
La realidad es clara: no podemos escapar de esta nueva normalidad tecnológica. Las grandes compañías han puesto toda la carne en el asador para hacer sus dispositivos más accesibles y atractivos. Así que quizás esa expresión inocente de mi niño no sea tan mala después de todo; puede ser un recordatorio constante de que debemos adaptarnos y educarles para navegar este nuevo mundo donde lo humano y lo digital coexisten cada vez más.
