Imagina estar sentado en un McDonald’s, tratando de trabajar un viernes por la tarde, mientras luchas con una catástrofe en casa. Eso me pasó a mí, atrapado entre una fuga de agua que me ha obligado a reemplazar el cableado eléctrico y casi todo mi equipo de internet. Un lío monumental que no se avisa con ningún chivato en el medidor porque uso agua de pozo. ¿Y qué mejor manera de empezar la semana?
Entre tanto caos, logré conectar un cable coaxial a un rincón seco para restablecer mi servicio de internet. Es esencial para mí trabajar desde casa; hacerlo aquí es un verdadero desafío. Agradezco que McDonald’s me haya dejado quedarme y hasta me regalaran un café. La gente del campo es genial, pero lo que no hay son conexiones de internet decentes.
La dura realidad del monopolio
El panorama es desolador: solo tengo una opción para el proveedor de internet. Olvida eso de las leyes de competencia; aquí nunca han funcionado. Mi proveedor necesita sustituir un simple conector coaxial dañado por el agua, y no podrán hacerlo hasta el miércoles. Mientras tanto, estoy abandonado a mi suerte. Entiendo que no pueden enviar técnicos a los bosques si tienen más trabajo pendiente, pero eso no ayuda mucho.
Promesas vacías
Lo peor es recordar todas esas promesas sobre la conectividad rural gracias al 5G. ¡Menuda farsa! Sí, tengo cobertura móvil en casa, pero ni siquiera es suficiente para trabajar desde allí. Y esa supuesta variedad de proveedores inalámbricos… solo T-Mobile o unos pocos operadores virtuales que usan su infraestructura. Hasta intenté conseguir un kit de Internet Hogar pensando que podría ser más rápido, pero fue otro fiasco.
Cualquiera diría que elegí vivir aquí porque me gusta esta zona tranquila, donde los vecinos respetan la privacidad y la pesca es maravillosa. Pero ya basta: estamos cansados de falsas promesas sobre cómo llevarnos al siglo XXI en términos de acceso a información.
No hay soluciones reales fuera del control gubernamental sobre la banda ancha; simplemente no hay suficiente población para justificar nuevas instalaciones o equipos avanzados. Las empresas priorizan las áreas urbanas donde hay apartamentos llenos esperando pagar sus facturas mensuales.
Así está el asunto: la mayoría vive concentrada en áreas metropolitanas mientras vastas regiones siguen olvidadas por completo.No quiero más intervención estatal, pero tampoco puedo dejarme engañar por discursos vacíos acerca del progreso tecnológico rural.
Aquí estoy ahora: debatiéndome entre seguir en este lugar idílico o buscar opciones donde mi carrera tecnológica tenga más futuro. Ojalá pudiera decir «a tomar viento» y volver a hacer trabajos manuales como cuando era joven; eso sí era vida fácil… Pero eso ya no puede ser posible debido a las barreras físicas que enfrento hoy en día.